domingo, 21 de abril de 2013

EL ÁRBOL.




Existió una vez un árbol, en un lugar muy querido por mí. Cobijaba mis secretos con regocijo callado y un respeto más intenso y certero que el humano. Aceptaba que mi peso enraizara en sus raíces, que mi piel se rasgara con su piel, que mis sueños se enredaran entre sus ramas... Me decía aquel amigo, de semblante cohibido y sonrisa nada recelosa, que creía en la buena voluntad de las gentes que acudían a profanar su espacio para uso y disfrute de su fruto o, simplemente, para abusar de la generosidad de su sombra. Musitaba también, con buen espíritu, que no había en aquellos actos amenaza alguna... sólo un hermoso intercambio de materia, ideas, confesiones y rastros. Nada peligroso.


Reconozco que su inocencia otorgaba un par de alas a mi esperanza, sanando malos recuerdos y desdibujando ese rostro aterrador del hombre como ser destructor e implacable que se había instaurado en mi memoria con el paso de los años. Cada encuentro con el árbol representaba una experiencia vital de diálogos nunca sometidos a patrones propios de la civilización sino, más bien, a códigos de la naturaleza... ese idioma existe y es universal, un placer desconocido para la mayoría de los mortales, refugio de quimeras ancestrales, tan primitivas como el instinto. 




 En alguna ocasión me hizo comprender la trivialidad de mis preocupaciones... Supo transmitirme que no hay mayor horizonte que la ilusión y la pregunta, que celebrar cada derrota y activar una mueca perpetua sólo me alejaba de ese horizonte y forjaba la senda del fracaso... 


Yo no le entendía entonces, con aquella vehemencia desatada...ahora sí. Decía con frecuencia que respirar ya era un éxito y caminar una obligación ineludible... siempre se ruborizaba aquí, en este punto, al verbalizar su intimidad... como el que se muestra emborrachado de una envidia más humana que vegetal.

La última vez que lo vi, enmudeció como acallado por la tempestad postrera y su aniquilador aliento. Sólo se dejo acariciar y me dejó marchar en la soledad que me otorgaban su silencio y mi inquietud. Al día siguiente cuando regresé, ya no estaba... Creo haber llorado, no recuerdo, quizás lo hizo sólo mi alma... Hice, sin embargo, que de mi dolor brotara algo luminoso para que el recuerdo de mi amigo no sucumbiera bajo el peso del estupor y la impotencia de no haber sabido interpretar su quietud. Tatué su cuerpo en el mío, en mi espalda. Mi piel es ahora la que alberga al fiel amigo que hablaba pausadamente. De alguna forma siento su sombra, su paz, su refugio y el eco de su sabiduría. Te tengo en mí, por siempre, hasta que me extinga.


Este post se lo dedico a todos los árboles que han caído a lo largo de la historia sin que nadie les hubiera otorgado el derecho a expresarse... No es excusa decir que no hablan... Yo sé que sí.






20 comentarios:

  1. Precioso homenaje que has hecho en esta entrada a los árboles, claro que hablan y sienten, y también sufren cuando no les trata el ser humano con cariño y les destruye, y respiran, y son testigos del amor, y de nuestros sueños, y de secretos ocultos.

    Me ha encantado esta entrada, así como las imágenes, Melvin.

    Un beso.

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    1. Gracias María, los árboles son siempre fuente de inspiración en mis viajes... Siempre mantengo algún tipo de diálogo silencioso con ellos y les admiro profundamente, por eso me gusta retratarlos en su esencia... Besotes.

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  2. Me ha encantado este homenaje sobre todo hoy que es el "Día internacional de la madre tierra".

    Un abrazo chico !!.

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    1. Desconocía la celebración... Más contentó estoy pues de mi particular homenaje... Besotes.

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  3. Bellísimo texto, Melvin!!! Y además me resultan muy conmovedor. Mi abuelo y yo nos sentábamos a la sombra de un ombú enorme y afirmo sin temor a equivocarme, que esos momentos fueron de los más fenomenales que recuerdo de mi infancia. Hace poco pasé por allí, sigue firme, enorme como siempre, pero debieron encerrarlo con rejas, para protegerlo de los infelices que no entienden nada y que nunca van a saber la de historias y charlas que se suscitaron a la sombra de ese buen amigo.
    No importa, sigue de pie y con buena salud.
    Brindo contigo por los árboles! Yo también sé que hablan y escuchan. Vaya que escuchan!
    Abrazo enorme!!!

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    1. Qué bueno que se haya despertado ese recuerdo y qué hermoso compartir esa experiencia con un ser tan querido... Yo creo en las energías y en todo aquello que nos envuelve sin ser visible... Los árboles reúnen todos esos elementos y me dan paz... No sé... Es mi sensación. Besotes querida amiga.

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  4. oH... ese placer de sentirse atendida por la madre naturaleza. Lástima que este acontecimiento surja, solamente, cuando nos da la gana atenderle a ella. Siempre nos ofrece un aliento en constante movimiento y cambio. Muy de vez en cuando ya nos ocupamos de intentar seguir su son. Imposible conseguirlo, ello conlleva años de pausa, mucha quietud y observación, solamente. El hecho de pensarlo y pensar en poder hacerlo merece ser gravado, de cualquiera de las maneras. Bien!

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    1. Porque como dices... No siempre se está preparado para escuchar a la naturaleza, la mayor parte del tiempo nos resulta más cómodo ignorarla... Besotes.

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  5. No podía gustarme más este post.
    Adoro los árboles.
    El otro día escribí un poema que pronto publicaré sobre lo que siento por ellos.

    Saludos.

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    1. Qué bueno Toro, me alegra saber que tu también eres de esa raza capaz de sentir, escuchar y cuidar al árbol... Ya te leeré pues....Besotes.

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  6. I talk to the trees but they don´t listen to me... Cantaba Clint Eastwood. Qué árboles insensibles había en aquella Ciudad Sin Nombre de la leyenda. Me alegro de que tu encontraras un árbol mas receptivo. Y él a ti. Precioso texto y bonitas fotos, ¿son tuyas?

    Un abrazo

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    1. Quizás sea porque hay que tener una sensibilidad especial... Y Clinton era un matón jajajaja... Bueno, los árboles, otra de mis obsesiones fotográficas....si, son fotos de árboles europeos...Que he ido tomando en mis viajes desde Polonia a Despeñaperros, pasando por la France... Besitos

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  7. No hay nada más triste, que un árbol caído. Magnífico post
    Besos
    Nela

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    1. Sobre todo cuando uno sabe que su mayor virtud está en mantenerse firme y majestoso... Besotes Nela, gracias por pasarte....

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