jueves, 17 de mayo de 2012

EL TERAPEUTA SE HA IDO




TERAPEUTA: ¡Y te quedas tan ancho! Con, con, con esa cara de víctima de un destino voraz, con la mirada empañada por el sentido del abandono, la piel erizada cada vez que pronuncias la palabra soledad y toda esa bazofia de psicótico al borde de un colapso neuronal. Eres la oportunidad perdida, una anécdota intranscendente, un verso suelto, un tumor sin extirpar, carambola desafortunada y pataleta a destiempo. Sí, maldita sea, eres todo eso y más ¿pero sabes que te digo? Que tienes lo
que mereces. La gente como tú merece el maldito agujero sin fondo en el que se hunde cada día… Basta de argumentar lo fatídico que resulta ser diferente, basta de culpabilizar a la alineación de los astros, basta de ver el error sólo en quien te mira mal, pero jamás en la cueva de tu ombligo. Eres lo que has construido en la orilla del mar con el empeño de un niño anormal, un castillo derruido y tragado por las olas. No existe una solución aplicable, no existe ninguna fórmula que deshaga al cretino y construya un ser equilibrado. Así que olvídate de una curación definitiva… La idiotez es un mal endémico, extendido, asfixiante, demasiado nocivo para obviarlo. Yo no sé, no puedo hacer nada por ti (Lanza al paciente contra el suelo y le da una patada, después le levanta la cabeza) Eres un cadáver, eres un cadáver en vida, justo antes de recibir el manojo de tierra sobre tu cuerpo hediondo, montón de huesos y piel esperando que alguien lamente la partida del idiota que siempre pasó desapercibido (Ríe) Pero nadie llora ¿Acaso no lo ves? Nadie ama. Nadie reza. No estás ya en la tierra, es la tierra la que te engulle en una digestión infinita y poco conveniente. El mundo sigue eliminando a estúpidos despojos sin luz propia, para poder palpitar (Hablándole al oído) Si no te mato yo mismo es porque me mancharía con sangre bastarda, mancillada por la pobreza de espíritu y la negligencia de ser una oveja negra sin inquietudes. Tú, pobre mendigo de caridad. No me mires a los ojos, quiero fusilarte, aniquilarte, quebrarte, dar sentido a mi existencia limpiando el universo de residuos que nadie recoge. Pero no lo haré, no me implicaré en una tragedia tan poco estimulante como esta (Lo empuja) Largo, márchate de aquí ¿Me oyes? Desaparece y borra las huellas ¿me estás escuchando? No quiero ser cruel contigo (El paciente permanece en el suelo sin poderse mover, roto y vulnerable. El terapeuta arremete de nuevo contra él con mayor intensidad si cabe) Deja de lamentarte, das asco, vomito, me cago en tu aliento, te piso el cráneo, te quemo los párpados, escupo tu orgullo, te trincho, me troncho, te lincho, te pincho, te grito y desgarro, te vuelco y revuelco, te odio sin motivo y eso me hace odiarte más ¿Por qué lloras? Nunca te harán mártir, ni siquiera te harán un homenaje, el homenaje de los idiotas sin repercusión… Sólo conseguirás que te desgarre el hígado, que descuartice tu estima y me coma tu pasado con salsa de ostras, hueles a muerte, te mato, te mato, destruyo tus deseos, me  meo en tu alegría, quebranto la pena, machaco los dientes, te mato, te mato  ¿Oyes la música infernal? ¿No escuchas lo que esconden mis entrañas? Si vuelves a buscarme, si regresas algún día... me encontrarás (Sale).

Fragmento de la pieza: "Pandemia". 2012.


http://quieroserdeverdad.blogspot.com.es/2012/05/paciente-impaciente.html

martes, 8 de mayo de 2012

PACIENTE IMPACIENTE



PACIENTE: Disculpe Doctor, no le hubiera llamado a estas horas si no se tratara de un caso de extrema urgencia (el Doctor asiente con la cabeza) He de confesarle que estas dos semanas sin verle han sido horribles. Llevo todo el día dialogando con el hueso de una aceituna, sin interrupción créame, y sin un propósito aparente. Como no era capaz de salir de ese bucle tan, digamos, peculiar… finalmente he decidido romper esa dinámica óleo-obsesiva para venir… ¡y aquí me tiene! (Mira al terapeuta esperando un gesto que le anime a continuar, este hace un movimiento con la mano) Tenía que  contarle que han regresado los síntomas de mi última crisis, ya sabe, presión en la nuez, lengua hacia fuera y necesidad de golpearme el esternón con mucha fuerza. Creo que en esta ocasión ha sido provocado por un sueño ciertamente extraño que tuve la otra noche; verá, en mi sueño vislumbro un ataúd flotante que se acerca a mí, mi nombre grabado en su carcasa con letras doradas, flores de plástico de dudosa calidad llenándolo todo y una pequeña escultura en forma de hipopótamo enano… ¿me sigue? (El terapeuta asiente de nuevo) La cuestión es que, de repente, se abre la tapa de la caja y asoma la cabeza mi tío-abuelo Heinrich, que era un reputado sociólogo del Berlín de los 40. Me llama con un silbido, esboza una sonrisa, que yo calificaría de  macabra, y me dice: “Chico, la estás cagando”… acto seguido me hace una foto instantánea, en blanco y negro, no, no, era en color sepia… sí, sepia, eso es… pues bien, sin más, me lanza la dichosa foto a los pies y, cuando la miro, observo con sorpresa que quien está en la foto no es otra que Gertrud, Gertrud Liebe, una diosa del amor de entreguerras y de los burdeles más sofisticados de la Alemania nazi; en la foto, Gertrud, me saca la lengua con hostilidad y con una actitud totalmente repulsiva, nada solícita, comprende… Después su silueta se difumina y aparezco yo, con una boa púrpura en los hombros y con el rimel corrido, besando mi dantesca figura en el espejo. Doctor, se me heló hasta el alma, se lo aseguro. Ahí es cuando despierto bañado en todos mis fluidos orgánicos y con olor a geriátrico ¡Dios, es lo más decadente que…! ¿Cómo interpreta usted estas imágenes? (El Doctor se dispone a contestar, pero el paciente le corta) Es el principio del fin, es como si todo ese cúmulo de despropósitos representaran  mi “yo” más marginal, el residuo, el despojo humano que arrastro (vuelve a intentar intervenir, sin éxito)  Porque no nos engañemos, hay mañanas que amanezco y tengo ganas de triturarme la cara o podar mis talones, pero no soy Aquiles y desgraciadamente tampoco un ave Fénix, se lo que pasaría después Doctor, lo sé bien…(Silencio contenido y miradas tensas entre los dos)… la muerte (pausa) ¿cree que desconozco las consecuencias de una acción tan perjudicial para mi integridad física? (El terapeuta va a decir algo, pero él mismo se reprime) Quizás este sea sólo el anticipo de un suicidio inminente en los brazos de una fulana del este. Aunque no lo creo, soy un maldito cobarde y sería capaz de alimentarme de mi propia mierda antes que quitarme la vida, eso no quiere decir que no lo piense en ocasiones, claro… pero no, no es eso. Tal vez necesite un cambio radical en mis planteamientos. Eso es, sí ¿por qué no? (El paciente mira a su acompañante y este le sonríe forzadamente) Empezaré por hacer cosas que me ilusionen mucho… Viajaré a Asia, no, mejor a África, quiero conocer a los hipopótamos enanos, usted me dijo una vez que debía recoger los símbolos del inconsciente y aplicarlos a mi cotidianeidad… Así lo haré, organizaré un safari a Botswana, parece que por aquellas tierras hay un gran excedente de caza. Experimentaré lo que significa estar por encima de otro ser vivo, ya que con los humanos no puedo enfrentarme, de momento. Me servirá cualquier impala enfermo o, incluso, algún elefante desorientado, de esos que se separan de la manada y acaban perdidos en mitad de la sabana. Viviré el placer de sacrificar a un mastodonte y mi tío-abuelo Heinrich estará orgulloso de mis hazañas; sí, haré vida social y enseñaré mis trofeos a todos los míos… sí, y comeré entrecot de ñú en las cenas de empresa, empezaré de nuevo, sin complejos ni temores y todos querrán conocer mis proezas, mis amistades de alto standing… seré admirado, adorado y puede que fanatizado… ¡Lo veo, lo puedo sentir! (Respira profundo) ¿qué digo? Si yo no tengo a nadie, si soy un cero a la izquierda, si vivo de las migajas de la vida y espanto a los mediocres. Yo debo ser el hombre más solitario y patético que camina en la faz de la tierra, hasta los perros abandonados rehuyen mis pasos, atraigo la mala fortuna, provoco accidentes, mendigo afecto y proyecto miseria, espanto las simpatías y conozco a fondo la tristeza. Soy una sombra imperceptible a los ojos del mundo ¿verdad? (Mira al doctor y este va a hablar, pero le interrumpe una vez más) Doctor, dígame ¿qué puedo hacer? Déme un antídoto, un pellizco, una mano ortopédica, un voto de confianza, una bofetada…lo que sea, con tal de ver la luz… Infle a pulmón la colchoneta sobre la que caeré cuando me tire desde lo alto de mi desgracia al asfalto de esta experiencia vital malgastada, apláudame o lánceme tomates de pera, pero haga algo, diga algo caramba... ¡No entiende que sufro demasiado! 



Extraido de "Pandemia".