domingo, 27 de octubre de 2013

LA VIE EN ROSE





CLAIRE: ¡ Brindo por mi vida ¡ paradigma de buen gusto y savoir faire. Brindo por ser feliz en el planeta de las miserias y por no haber vendido ni un solo palpitar a los fanfarrones que persiguen buena voluntad (tose) Por las tardes sin horizonte y los horizontes que llegaron siempre tarde. Brindo por haber matado mil ideas estúpidas que hubieran hecho de mi una persona distinta, por mentir para salvar a la niña que nunca pude ser, por guardar en un bote oxidado los besos que nadie robó, por enterrar vivos los sentimientos que en una ocasión parecieron florecer allá en ninguna parte...Brindo por... hummm...¡y yo que coño sé por qué brindo! Brindo porque ya no quedan vecinos en la finca, todos marcharon, incluida la señorita Paulette que taladraba nuestros tímpanos con su ferviente deseo de ser cantautora. Brindo porque sí...¿no es ese suficiente motivo? (Después de una pausa necesaria) Brindo por mis padres que están en el cielo (mira hacia arriba con prudencia y levanta la copa, orgullosa). Por ti mamá, que supiste enseñarme todo lo que sé y lo que más valoro en ésta terca vida...Ser una buena mujer, sí señor, eso es....¡Por ti! (mirando hacia la cuarta pared) ¡Shsss!, por él no me pregunten, tengo prohibido hablar de sus silencios (con cara de complicidad) una vez quise saber por qué metía su mano por debajo de mi falda con tanto afecto: (imitando su voz) “a veces el silencio es la mejor arma para el  entendimiento”. Eso fue lo que me dijo, así que yo, a callar (Con súbita expresión de dolor) Odio estos malditos zapatos, me aprietan demasiado (Se los arranca enérgicamente y los lanza contra la pared) ¡Aprended a cuidarme atajo de necios! sólo servís para recordarme que tengo unos pies feos ¡Os meteré en un armario oscuro cerrado bajo llave para que os replanteéis vuestra utilidad!...(corrigiendo su voz desorbitada)... que en cualquier caso no es joderme viva. (Mirando de nuevo al frente, un tanto avergonzada) Disculpen mi tono elevado y carente del más mínimo decoro pero soy tan imprevisible como Adán en un huerto de manzanos. Sí, ciertas personas me acusan de ser una mujer de carácter, pero yo prefiero definirme rotunda en la acción e inflexible en la palabra.


      JEAN-PIERRE: ¡Mááá!.

CLAIRE: (Con la cara iluminada) Ese es Jean-Pierre, mi hijo. Permítanme que brinde por él, porque es la alegría de mi vida. (Bebiendo de un trago lo que le queda por beber) ¡Ya voy cariño!. (Con cierta afectación, después de humedecer sus labios) Hay cinco segundos en mi memoria que morirán con mi expiración, los cinco mágicos segundos que Dios me regaló al depositarlo en mis brazos por primera vez. Mientras le miraba en la bruma de mi dicha, escuchaba los sollozos de aquellos que lamentaron su existencia. El nació sin llanto, ni movimiento, ni cara despierta; pero a cambio de mi abrazo protector me ofreció una sonrisa. Ellos deseaban su muerte, sus felicitaciones eran la invitación para un requiem clandestino en su honor. Ellos deseaban lo mejor para mi..... Pero cómo podían siquiera pensar algo así. Yo me comprometí con su sonrisa, juré protegerla de injurias y falsas amistades... (emocionándose en el transcurso de su narración) tenía su palpitar reposando en mis pechos de amor insobornable; a mi alrededor, una jauría de rostros desencajados, censuraba mi intención de entrega para toda la eternidad....”La eternidad a cambio de un monstruo”, decían.....Tuve que ignorarlos. Le miré fijamente a los ojos y le dije, escúchame: (cerrando los ojos) “ Escalaré las paredes del infierno para darle calor a tu cuerpo, cerraré con cremalleras las bocas sedientas de tus lágrimas, no habrán miradas que se posen en tu piel de alabastro, ni pecados que tienten tus pensamientos en la oscuridad, nadie tocará tus manos para robar caricias y si alguien comete el error de juzgarte, castigaré su torpeza en el primer crepúsculo, condenándole a recitar mil formas diferentes de pedir perdón... (Mientras pronuncia estas palabras, que suenan a sentencia, sus manos se irán agarrotando y su mirada se tensará en exceso)...hasta que su voz sea un leve susurro tan inofensivo como tu   aliento”                                                                                                                                          JEAN-PIERRE: ¡Máááá!.
        CLAIRE: (Secándose alguna lágrima involuntaria) ¡Ya voy, espera que tengo visita!. En cuanto tenga un rato se lo presento, verán que es encantador. (Respirando ansiosamente) Brindaría por Paul, mi marido, pero está débil del corazón y festejar es sinónimo de excitación; el médico le ha prohibido todo contacto con la efusividad. Yo ya estoy acostumbrada, aunque a veces tengo ganas de recordarle que no es un muñeco de cuerda, no sé si me entienden...


lunes, 7 de octubre de 2013

LA GAVIOTA I





     Es una de esas mañanas perfectas que templan el rostro y acarician el alma. Percibes que el aire es demasiado plácido para ser cierto, la luz resplandeciente y vívida, las miradas acogedoras, el mar un remanso de paz sin ese constante fulgor del rompe-olas. Reina la calma y las voces de los pasantes son un murmullo adormecedor, casi una letanía. Huele a "Fruits de mer" y el estómago parece manifestar su vertiente más activa, de momento sólo una "Alhambra" y unas olivas. Es entonces cuando suena un saxo. Sólo falta el sexo, pero  no es apropiado en un paseo marítimo (Al menos no en pleno día). Piensas en voz alta que tus sentidos gozan del deleite de una plácida mañana, inalterable y hermosa. Nada puede estropear lo que sientes. Sacro error. Justo en la fracción de segundo inmediata al pensamiento, cae sobre ti un regalo del cielo. Es líquido, verde y cálido. Podría ser el "pesto" que el niño holandés de la mesa de al lado ha hecho volar hasta tí, por encima de la cabeza de su padre. Pero no. Viene de arriba. Las teorías absurdas que rondan tu cabeza aterrizan finalmente en un significado real. "Caca de gaviota" .Para ser más precisos, diarrea. Tu inmaculado ropaje tiene tres pequeños visitantes verdes. Al igual que el cojín del sillón, la cerveza y las olivas (¡Démoslas por perdidas!). La gaviota anda suelta, pero sigue en su vuelo imperturbable sin alterarse lo más mínimo. Ella es la auténtica protagonista de esta historia. Y me dispongo a contárosla, con el sosiego propio de un vuelo que parece no alterarse ni siquiera cuando arrecia la tormenta.
    En Ushuaia estaba mal considerada por la productora de guano. Michaela aportaba el hediondo sedimento como asociada honorífica. Semi-líquido, masivo y grisáceo. El clásico residuo que enamora y que vende. Perfecto en el mundillo. La empresa hacía conocerse por su nombre "la vida suelta" y por estar en el culo del mundo. Pero la excrecencia de nuestra amiga alada cambió, sin más, de color. De una forma irreversible e inapropiada. Ya era tarde para intentar convencer. El producto genuino perdió calidad. Regurgitar arenques fermentados no era suficiente. Tenía que pagar el precio de su osadía. Las puertas se cerraron. Michaela alzó el vuelo en dirección a vientos menos huracanados, en su cabeza palpitaba ya la intención de deglutir su ira sin cagarse en todo. Con el pensamiento cautivado por la idea de ser de nuevo deseada, llegó a Montevideo, casi en un suspiro. Iluminada por los destellos del Río de la Plata en sus ojos verde aceituna. Decidió probar suerte. Por qué no, pensó. Pero la fortuna distaba mucho de ser una aliada. Uruguay no es nada guay si la alineación planetaria no está de tu lado. Ya se lo decía el horóscopo. No te guíes por impulsos o recibirás un golpe de los que te dejan tibia ¿Puede una gaviota entender las sutilezas de la humanidad? Se entregó sin miramientos a los encantos de un albatros marinero, enroscada en sus fuertes alas por aquello de paliar los brotes de dolor que aún bullían en su interior. La calidez poco habitual de aquel viril espécimen de ala robusta le hizo creer durante un segundo que estaba ante su salvador. Juan era su nombre. "El Gaviota" su apodo. Pero no era ningún héroe forjando su viaje iniciático. Era tan sólo un farsante, el equívoco reflejo en el que mirarse. No hicieron falta promesas vanas, ni ojitos encandilados, para tocar la tierra. El albatros obtuvo lo que necesitaba y se esfumó en una estela de mentiras tan doliente como el desengaño de haber quedado desplumada y humillada. Michaela lloró mirando el puerto. Las personas parecían no complicarse en exceso mientras cargaban aquel barco con cajas marcadas por un frágil mayúsculo. Como su corazón. como su aliento ¿Sería la vida más sencilla de lo que le parecía en ese momento? Alzar el vuelo era ahora un desafío. Continuará.