Hay un nido de luciérnagas celebrando con cautela tal si fueran 67, 67 velas incandescentes en la noche cálida de un día ya estival, un día de plenitud y de gracia; el mismo en que vinieran tiempo ha nuevas brisas vespertinas meciendo trigo y ortigas, cubriendo de merecidas sonrisas los prados inabarcables que abundan en ese lugar del mundo, ese tan propio y querido, el mismo que se viste de gala con sus tonos ocres y malvas cuando se detienen las golondrinas en el merecido descanso camino del África, golondrinas que juegan y trinan buscando un lugar propicio donde ilusionarse, dedicarse a los afectos y acicalarse sin prisa. Hay millones de estrellas alumbrando tus noches, madre...en ese camino lácteo, que siempre estará velando por la joven niña que guiada por inquietudes nada banales, abandonó lo conocido, sin miedo pero con dudas infinitas, guiada por su instinto y mirando hacia atrás lo justo para no romperse. La tierra, las gentes de corazón abierto y sonrisa perenne, los posibles amores que no eran o no fueron o, tal vez, sólo tal vez... no pudieron ser... También la belleza de parajes inyectados en la sangre, el sentido de pertenencia, la vida construida...Tantas cosas. Hay una estela de vida no vivida serpenteando en el horizonte, la que habla de proyectos, viajes y sueños... la que te invita a seguir en tú particular búsqueda de felicidades que esculpirás cada segundo que transcurre, de la mano de ese tal Curtis de piel morena y mirada gris... el fiel amante que respira hoy después de un viaje agotador y sin pausa llegando finalmente a buen destino... como las golondrinas en su periplo, como las estrellas del firmamento, como los crepúsculos que nos deleitan con una serenidad raramente experimentada si no es porque sabemos apreciarlos... Mis mejores deseos madre, son estos que suscribo. Nada cambia en mis entrañas, excepto que te quiero más si cabe... que deseo un longevo y placentero caminar acompañada de tus seres queridos... los que te siguen de cerca, los que te extrañan en la distancia y los que están en vigilia por tu causa y por tu alma. Te quiero hoy y siempre.
El mundo es guiado por el artificio y en la era de la imágen, este propósito, es lo más autentico que, creo, puedo reivindicar.
lunes, 30 de junio de 2014
MAMAN, la petite jeune fille
Hay un nido de luciérnagas celebrando con cautela tal si fueran 67, 67 velas incandescentes en la noche cálida de un día ya estival, un día de plenitud y de gracia; el mismo en que vinieran tiempo ha nuevas brisas vespertinas meciendo trigo y ortigas, cubriendo de merecidas sonrisas los prados inabarcables que abundan en ese lugar del mundo, ese tan propio y querido, el mismo que se viste de gala con sus tonos ocres y malvas cuando se detienen las golondrinas en el merecido descanso camino del África, golondrinas que juegan y trinan buscando un lugar propicio donde ilusionarse, dedicarse a los afectos y acicalarse sin prisa. Hay millones de estrellas alumbrando tus noches, madre...en ese camino lácteo, que siempre estará velando por la joven niña que guiada por inquietudes nada banales, abandonó lo conocido, sin miedo pero con dudas infinitas, guiada por su instinto y mirando hacia atrás lo justo para no romperse. La tierra, las gentes de corazón abierto y sonrisa perenne, los posibles amores que no eran o no fueron o, tal vez, sólo tal vez... no pudieron ser... También la belleza de parajes inyectados en la sangre, el sentido de pertenencia, la vida construida...Tantas cosas. Hay una estela de vida no vivida serpenteando en el horizonte, la que habla de proyectos, viajes y sueños... la que te invita a seguir en tú particular búsqueda de felicidades que esculpirás cada segundo que transcurre, de la mano de ese tal Curtis de piel morena y mirada gris... el fiel amante que respira hoy después de un viaje agotador y sin pausa llegando finalmente a buen destino... como las golondrinas en su periplo, como las estrellas del firmamento, como los crepúsculos que nos deleitan con una serenidad raramente experimentada si no es porque sabemos apreciarlos... Mis mejores deseos madre, son estos que suscribo. Nada cambia en mis entrañas, excepto que te quiero más si cabe... que deseo un longevo y placentero caminar acompañada de tus seres queridos... los que te siguen de cerca, los que te extrañan en la distancia y los que están en vigilia por tu causa y por tu alma. Te quiero hoy y siempre.
domingo, 15 de junio de 2014
LA FÁBULA DE PAUL
JEAN-PIERRE: (Con preocupación) ¡Pá, a Capitán le falta un ojo!.
PAUL: (Resignado ante la pregunta) Ya lo
sé hijo, me lo dijiste ayer...
JEAN-PIERRE: Le falta un ojo porque se
lo ha quitado; quiere verme a medias, se cansa de mirarme todas las mañanas.
PAUL: (Que se percata de que Jean-Pierre
tiene un cordón desatado) Tienes que entender a Capitán, a veces se hace
difícil soportar la misma cara todas las mañanas (Atándole el cordón) y más si
consideramos que tú le estrujas contra tu cuerpo para que te vea en primer
plano.
JEAN-PIERRE: Yo quiero a Capitán igual
que tu quieres a mamá, pero mamá no se ha arrancado el ojo para verte a medias.
PAUL: (Parándose en seco y mirándole con
perplejidad)... Eso es porque, verás.....los ojos no son tan importantes. Si
mamá pudiera quitarse los ojos sin quedarse ciega, no te quepa duda que se los
arrancaría por mí.
JEAN-PIERRE: (Enfurruñado) No te creo.
PAUL: ¿No te he contado nunca la
historia del oso que tuvo que arrancarse un ojo para comprender que ser peluche
no sólo era gratificante sino que además resultaba una honorable labor?
JEAN-PIERRE: No.
PAUL: (Adoptando un tono narrativo) Pues
entonces escúchame con mucha atención. Voy a contarte una historia que
sucedió hace tanto que no existe ser humano en la tierra capaz de
recordarla (carraspeando) exceptuándome a mí, claro (Improvisando claramente)...
Cuentan que en un diminuto pueblo, alejado de la inmundicia de la era moderna,
vivió un niño llamado François al que todos conocían como “el coleccionista”
por su desmedido hábito de coleccionar cosas....
JEAN-PIERRE: (Agitándose en su silla)
¡No me gusta esta historia!.
PAUL: (Cogiéndole
de la mano) Escúchame y verás. François tenía toda su habitación profusamente
decorada por toda clase de artículos de colección y ¿sabes por qué? (Jean-Pierre gruñe negativamente) pues porque pensaba que así no se le
escaparía el tiempo... chicles secos, unicornios en miniatura, fotografías
borrosas que encontraba entre la basura del laboratorio de fotos, exámenes
suspendidos, cada nueva palabra aprendida, calcetines rotos, dibujos de
cementerios, tarros de mostaza, mosquitos que le habían picado, piedras feas,
mapas meteorológicos de todos los días de un año, coladores de colores, trapos
de cocina tocados por su abuela y muchísimas cosas más...que mi memoria no pudo
retener cuando mi padre me sentó en sus rodillas y me contó esta historia.
JEAN-PIERRE: No te creo ¡tú sólo quieres
que no me ponga triste!
PAUL: (Conciliador) Por supuesto que no
quiero verte triste, pero déjame terminar por favor....No sé dónde estaba... ¡ah
sí! François tenía tantas cosas repetidas en su habitación que resultaba,
cuando menos paradójico, que hubiera sólo un osito de peluche (Excitándose ante su propio relato) El osito se sentía diferente a todos los demás por no encontrar a su
lado a nadie que se le pareciera; estaba tan harto de ser un trozo de tela
rellena de algodón, tan harto de estar al servicio de la estupidez, que pensó
en arrancarse los ojos para no tener que soportar el castigo constante de estar
siempre feliz.... sin haberse sentido así jamás.
JEAN-PIERRE: (Movido ahora por la
curiosidad) Páá ¿y qué le pasó al osito?.
PAUL: Se arrancó, casi sin pestañear, el ojo
izquierdo y cuando se disponía a cercenar el contiguo, quiso la providencia que
el niño cogiera el ojo amputado del oso, que yacía sobre la cama, y lo
introdujera en una bolsa bautizada con la etiqueta “ojos simpáticos de muñecos
tuertos”. Fue entonces cuando el oso comenzó a ver con claridad la importancia
de ser un peluche de sus características, amigo fiel, mudo y tuerto del, sin
lugar a dudas, coleccionista más extravagante
del planeta (Jean-Pierre comienza a gimotear y Paul entra en una fase
desmesurada de exaltación) ¡cómo iba a arrancarse el otro ojo cuando algo
hermoso acababa de nacer! su pecho explotaba de júbilo, su ojo izquierdo
formaba ya parte de aquella habitación, del alma de un genio virtuoso en el
coleccionismo de cosas extraordinarias (Jean-Pierre comienza a llorar y Paul
continúa su discurso cada vez más enardecido) un poderoso sentimiento de
orgullo se apoderó del corazoncito de nuestro bobalicón amigo y su perenne
sonrisa tuvo sentido por primera vez en toda aquella vida de peluche ¡Se
sentía feliz! (Levantándose con el puño en alto) Y así, con lágrimas de algodón
en su ojo derecho y el espíritu rebosante de dicha, pensó que nunca más
volvería a ser algo distinto de lo que era”...FIN.
JEAN-PIERRE: (Llorando con desconsuelo) Pá, Que historia más bonita. Me
gustan las historias alegres y bonitas.
PAUL: (Satisfecho por el relato, limpia
la cara de su hijo) Sabía que te gustaría.
JEAN-PIERRE: Pero yo no colecciono ojos de
muñecos y Capitán se quedará triste otra vez porque yo no sé hacer que se
sienta feliz.
PAUL: (Sacando una bolsa de su bolsillo)
Se me olvidó decirte que François dejó esto para ti...
JEAN-PIERRE: (Con excepticismo) Pero páá,
ese niño tiene que estar muerto, antes dijiste que esta historia sucedió hace
mucho tiempo. Seguro que me estás contando una de tus mentiras.
PAUL: No, porque sabes qué, François es
un personaje y los personajes nunca mueren (Acercándole la bolsa) Anda, mete
aquí el ojo.
JEAN-PIERRE: (metiendo el ojo en la
bolsa. Seriamente afectado) Esa historia me recuerda a mí, yo tampoco sé que
hago aquí sentado, me gustaría morirme mañana porque no me entiendo, no, no,
no, no entiendo esta silla ,ni tus palabras de libros para listos. PAUL: (Sorprendido por la reacción) Pero
hijo, yo sólo quería...
JEAN-PIERRE: Tu sólo querías que no me
pusiera triste pero siempre olvidas que las historias bonitas me ponen
muy triste porque la mía es fea y porque tengo un muñeco que se ha arrancado un
ojo para verme a medias...
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