CIUDADANO:
(Vuelve a interrumpirle) ¡Que viva
nuestro gran rey Rubidio Magno!
TODOS:
¡Viva!
RUBIDIO:
(Fuera de sí) Por mis pantalones
ajustados que no entiendo esta afronta… ¿Quién ha sido el aguerrido bellaco que
ha proferido ese graznido?
CIUDADANO:
(Saliendo de entre la gente) He sido
yo, mi señor…
RUBIDIO:
¡Tú! Especie de batracio con piernas, da un paso adelante si no quieres que te
desuelle como a una liebre.
CIUDADANO:
Será un honor…
RUBIDIO:
¿Que te desuelle o dar un paso adelante?
CIUDADANO:
Ambas, su majestad…
RUBIDIO:
¿Cómo que su majestad?
CIUDADANO:
¿Si prefiere vuestra majestad…?
RUBIDIO:
¿Vuestra? ¿de quién?
CIUDADANO:
Pues no sé…
RUBIDIO:
En todo caso tuya.
CIUDADANO:
¡Oh no, no, no… Yo no soy nada majestuoso!
RUBIDIO:
Por supuesto que no lo eres cabeza de chorlito!
OTRA
CIUDADANA: (Dando un paso al frente) Si
me permite…
RUBIDIO:
¿Qué debo permitirle…?
OTRA
CIUDADANA: Es sólo una frase hecha, está implícito que daré mi opinión sólo si
usted me da el permiso…
RUBIDIO:
¡Ah! ¡Ah, sí, sí, claro! ¡Adelante!
OTRA
CIUDADANA: El “Su” indica que la majestad es suya…
RUBIDIO:
¿Qué insinúa?
OTRA
CIUDADANA: que es suya…
RUBIDIO:
(Señalando al ciudadano) ¿De él?
CIUDADANO:
(Señalándose a sí mismo) ¿De mí?
OTRA
CIUDADANA: No, de usted no, de su majestad (Señalando
a Rubidio).
RUBIDIO:
Ya estamos…
CIUDADANO:
Eso fue lo que yo dije.
RUBIDIO:
¿Por qué no definimos de una vez quién es “su majestad” y acabamos con esta
boñiga?
CIUDADANO:
Es usted…
OTRA
CIUDADANA: Usted es su majestad…
RUBIDIO:
No, no, no… Ustedes pretenden liarme en este asunto y les va a costar una
amonestación severa, créanme. Si yo fuera su majestad hablaría de mí con
propiedad y diría “Mi majestad” ¿no es cierto?
CIUDADANO:
Cierto es…
OTRA
CIUDADANA: Pero si quien se dirige a usted es, como se da el caso, otra persona…
utilizaría la expresión protocolaría “su majestad”…
RUBIDIO:
Empiezo a comprender…
OTRA
CIUDADANA: …porque de lo contrario la cualidad no sería suya, sino de ese
señor…
CIUDADANO:
(Se señala a sí mismo) ¿De mí?
RUBIDIO:
(Señala al ciudadano) ¿De él?
OTRA
CIUDADANA: Efectivamente, hagan la prueba si no me creen…
RUBIDIO:
Espero que no sea una nueva artimaña para liarme o de lo contrario… En fin,
vuelva a saludarme cambiando el “su” por el “mi”…
CIUDADANO:
¡Será un honor mi majestad!
RUBIDIO:
Será un honor, coma, mi majestad…
OTRA
CIUDADANA: Eso sería lo correcto, sí.
RUBIDIO:
Pero no suena bien… ¿Verdad?
OTRA
CIUDADANA: No infunde respeto, sino ofensa, más bien…
RUBIDIO:
Puedo notarlo…en efecto.
CIUDADANO:
Si quiere puedo añadir la coma…
RUBIDIO:
No será necesario.
CIUDADANO:
Entonces… ¿digo su majestad?
RUBIDIO:
Mejor cierras esa bocaza ante tu majestad, que soy yo… (Se dispone a cargar su arco con una flecha)
Empieza
a sonar bien la palabreja… ¡Tú, ser inmundo, te concedo el favor de la última
petición…!
CIUDADANO:
¿Y tengo que decidirlo ahora?
RUBIDIO:
Es estrictamente necesario. Ahora o nunca.
CIUDADANO:
No se me ocurre nada.
RUBIDIO:
Un último viaje en paz, entonces… sin dejar asuntos pendientes, no está mal
para un mentecato…
CIUDADANO:
Bueno, sí, recuérdele a mi mujer que riegue los repollos, que se me ha olvidado
hacerlo con eso del sufragio…
RUBIDIO:
(Le apunta con el arco) Descuida, eso
está hecho. Adiós.
CIUDADANO:
Adiós tu majestad.
RUBIDIO:
Error. Nunca llames tu majestad a tu majestad (Dispara y el ciudadano cae en redondo).
CIUDADANO:
¡Oh, mundo cruel!