jueves, 29 de mayo de 2014

A LA MIERDA VI

 
A la mierda mi Francia querida, con sus neo ideologías que se pasan la bandera y el himno nacional por donde no es recomendable pasar nada tan áspero como su fascismo trasnochado... A la mierda la Marsellesa que ya no representa ninguna de todas esas excelsas quimeras de la humanidad y muchísimo menos la supuesta FRATERNIDAD que gritaron con alborozo en tiempos ya remotos... Cómo se puede ser tan retrógrado... Reniego de la parte que me toca... Me duele y me sangra como hijo de francesa inmigrante que soy... Siento tanta vergüenza. A la mierda los que pisotean los pasos firmes de aquellos que se atreven a cuestionar lo establecido, hartos de tantas negligencias, abandonos y eufemismos... A la mierda los que ven en un PODEMOS, una amenaza y no un paso hacia un cambio necesario; los que tildan de extrema izquierda, insurrección social, desobediencia, no sometimiento a la ley, berrinche injustificado, frikez o acción desesperada a quienes sólo luchan por disipar esta nube gris que nos atenaza... USTEDES...SÍ, SÍ, USTEDES...SE PUEDEN IR BIEN A LA MIERDA!!! Aquellos que creen que nos pueden callar señalando con los dedos de la censura, el miedo y la opresión por expresar nuestras ideas, creando leyes mordaza improvisadas que sólo buscan el silencio y la parálisis... cuando ellos se pasan el día babeando, insultando, ninguneando y pisoteando las esferas de nuestra libertad, como si la idiotez del pueblo fuera un estado perpetuo e inamovible... A la mierda, a la mierda y a la mierda...Debieran callar sin remisión y emplearse bien en la acción del bienestar común hasta que, por lo menos, las cifras dejen de ser números y estadísticas macro-económicas y pasen a ser un antídoto real para calmar ese pozo infinito al que algunas voces engañosas nos han arrastrado casi a la fuerza. A la mierda todos los que privan de su educación básica a quienes sólo quieren construirse y crecer... Sea en Nigeria, Delhi, Caracas, Kiev o Getafe... Los que deniegan becas, los que desintegran y seleccionan, aquellos que crean niveles, baremos y recortes sin considerar en nada la situación excepcional del alumno, quienes vetan a la mujer, sus inquietudes y derechos, los que construyen rotondas estúpidas con esculturas no menos inútiles en lugar de eliminar barracones prefabricados y edificar nuevos centros escolares tan necesarios para la ciudadanía; a la mierda quienes se erigen como profetas del bien global minando las libertades fundamentales en nombre de un Dios que, dicen, nos enseñó a amar y respetar; aquellos que secuestran a niñas, las venden, violan y abandonan a su suerte en manos de gente impía y perversa que sólo piensa en su propio beneficio. A la mierda cada uno de los eslabones humanos que truncan todas esas vidas luminosas. Y más a la mierda, si cabe, los organismos internacionales que no hacen NADA para evitar estas tragedias diarias, insinuando amagos de intervención que serían infinitamente más efectivos y radicales si el tirano "tocapelotas" o "su adorado petroleo" jugarán algún papel relevante en el conflicto... Sí eso sucediera perderían el culo por invadir y expandir sus reprochables daños colaterales. A la mierda todos los que en mayor o menor medida participan de esta fiesta triste y denigrante que últimamente parece no querer sonreírnos con el gozo de los años dorados. A LA MIERDA!!!

lunes, 19 de mayo de 2014

DOGVILLE



    ¿Qué puedo decir? Adoro a Lars Von Trier... Es una confesión que he ido destilando a lo largo del tiempo de vida que ha palpitado este blog (No sin olvidar a W.Allen) y mi adoración no tiene sólo que ver con su maestría para llevar al ser humano-personaje- intérprete al límite del conflicto esencial de la existencia, con su estética y lenguaje propios, con su descarada y deslenguada forma de decir y hacer, con esa transgresión constante que no busca provocar sino remover, por mucho que la mayoría de entendidos y críticos en general se empeñen en poner el acento en este aspecto... Mi admiración está especial y estrechamente ligada a sus planteamientos filosóficos, premisas que nos llevan cada vez, al eterno interrogante sin resolver... Otorgándonos una nueva posibilidad de pararnos a indagar en los intrincados acantilados del alma. Cuando hablo de maestría lo hago con total conciencia de cómo el bisturí que maneja este cirujano del fotograma, con una soltura envidiable, logra hacer las incisiones adecuadas para que el personaje abra sus venas en canal sin desangrarse y en ese viaje nos transporta a lugares inhóspitos que consiguen mover los cimientos de cualquier prejuicio o perversión aprendida del espectador, sobre las actitudes humanas. Sí algo posee Trier es su capacidad de cuestionar y analizarlo todo, hasta los estigmas, tabúes y moralidades ancestrales. Todo eso es Dogville, una radiografía exhaustiva de la sociedad y cultura americanas, que 
hace extensible a la humanidad en general. Para empezar el planteamiento estético de vaciar la escena de toda ornamentación y ostentación, de utilizar las premisas teatrales del teatro pobre de Grotowski y delimitar con líneas blancas objetos, espacios y animales (No en vano el perro de Dogville es su propia silueta en el suelo y el audio de un ladrido) para dotar al ambiente de una decadencia y dramatismos que ni la más costosa de las puestas en escena alcanzaría en sus desorbitadas estructuras digitales. Luego está la inmersión sin tregua que hace en los conductos de la humanidad, sin pasar por los filtros del juicio ni por la estereotipada gama de personajes americanos tan manida como tediosa... ni siquiera otorga la esperada entidad de héroes a los protagonistas, que resultan tanto o más miserables que el resto de los personajes... ¿por qué? Pues porque son sólo vehículos para conducirnos a un aprendizaje extremo, tan salvaje como revelador, sobre nosotros mismos. Grace, la intrusa (Interpretada magistralmente por Nicole Kidman) Vive una evolución polarizada a lo largo de la trama... De la mano de la sospecha llega al apacible pueblo de Dogville al que somete su voluntad para no ser delatada ante aquellos que la buscan, guiados por extraños motivos... El pueblo la acoge y protege con fervor hasta que empieza a usarla y abusar de ella sin remordimientos... La culpa, la bondad y la maldad, el ansia de poder, el sentido de integración, la misericordia y la intolerancia... todos estos aspectos, muy presentes en la historia, deterioran la esencia del personaje hasta desvelarnos su verdad no tan luminosa y, desde luego, en la antesala de esa candidez dibujada en los primeros minutos de metraje. Trier quiere que empaticemos con Grace para darnos de bruces con nuestra propia imagen... Todos somos Grace, todos somos el pueblo... Imposible huir de un retrato universal que apunta hacia la falsa moral americana y sus estúpidas quimeras, pero de la que nadie puede escapar, aunque viva en el mismísimo Tombuctú. Esa es la grandeza de Trier, jamás deja indiferente en sus planteamientos. Hace poco me preguntaron por una película favorita... Y dije Dogville, porque ninguno de sus aspectos me dejó decepcionado o apático. El elenco actoral es bestial, acertado y contundente. La voz en off, un acierto. El universo de conflictos humanos roza lo teatral... esos silencios, esas miradas que hablan sin necesidad de acentos superfluos... Qué puedo añadir a lo expuesto más que... NECESARIO VISIONADO, incluso para detractores del cineasta danés... Sólo por el aprendizaje, el viaje y la lección magistral que encierra este experimento tan certero y conmovedor, merecerá la pena. Besotes.






jueves, 8 de mayo de 2014

TRIÁNGULO.

 


  Es curioso como esa geométrica expresión de perfectos trazos se transforma súbitamente en un tobogán recorriendo sin celo las medidas exactas que separan un vértice de otro... Haciendo de las líneas una insinuación sugerente que provoca descomponer las regulares formas del equilátero para construir, como por arte de magia, un escaleno no apto para escaladores precoces. Del isósceles mejor no hablar, resulta tan inaccesible y poco solícito... Isósceles... hummm... sólo pronunciar sus fonemas desata la ira de cualquier insumiso... Isósceles... Casi obligado a doblegarse ante el gran Tótem de los ángulos... No... Pero a la vez, sí... Una provocación constante. Qué fascinantes resultan. Cuando Eduardo pensaba en acariciar su sueño lascivo más recurrente, un sueño de esos que no se cuentan salvo que te abandones a los estupefacientes o a la nostalgia más letal, siempre pensaba en triángulos. El placer oculto que escondían en su imaginario tres cuerpos dispuestos a entregarse a una batalla de fuego y conquistas, desataba coreografías voluptuosas donde el roce de la piel o el vello erizado eran sólo el preludio de una apoteósica partitura de acciones y silencios. Nunca había traspasado aquella barrera, nunca había ocupado su tiempo en elaborar encuentros físicos de verdad. Eduardo era de esas mentes libres que jamás huyen del refugio de su intimidad para que no se deshaga la mágica burbuja de la creencia. Allí , resguardado de la mirada física, resultaba relativamente sencillo entretejer las complicadas maniobras de sus fantasías. Buscaba un rincón de oscuridad implacable, perfumada en aromas evocadores y con una música tenue, como una letanía. Con poco más creaba a las figuras sobre su mirada anhelante, con una precisión pasmosa, casi matemática y comenzaba así el intercambio de todo aquello que su mente era capaz de imaginar con la precisión de un pintor naturalista. Eduardo gemía mientras componía formas triangulares entre sus manos y los vértices de los otros cuerpos... Gemía porque la química de los cuerpos reales era sustituida por una nada desdeñosa maquinaria de perfectos y eróticos ángulos sobre los que verter su pasión. La felicidad fugaz de su vida se vestía de gala en aquellos remotos instantes de entrega invisible. Tan de verdad. Cuando terminaba la música, o se extinguía el incienso... o incluso cuando se escuchaba la voz insidiosa de algún vecino trasnochador... despertaba de su letargo y ya no veía triángulos, ni siquiera ángulos, por no hablar de los cuerpos... tan solo una soledad indescriptible que paliaba a duras penas con golpes de cepillo y un dentífrico blanqueador y asalvajado salpicando el espejo del baño a modo de exorcización de sus malos pensamientos. Lo peor de todo era la culpa. Culpa por mirarse y avergonzarse, por sucumbir ante la aplastante contundencia de su quimera bizarra. la única que disipaba las nubes de su horizonte y confería a su mirada un brillo de ilusión naciente. Triángulos...yo sólo quiero trazar triángulos... Cuando pensaba esto, su dedo índice se elevaba como un resorte y dibujaba sobre el espejo un isósceles al que otorgar todos sus miedos.