miércoles, 18 de noviembre de 2009

PIENSO... LUEGO ¿QUÉ?


Hacía tiempo que no me detenía un instante en este espacio cibernético creado para uso de mis tormentas y disfrute de los desventurados que alguna vez se atrevieron a entrar por aquí. Hoy vuelve a apetecerme dejar algo discreto impregnando este blanco cegador. Las palabras que últimamente fueron esquivas, vergonzosas y poco fructíferas vuelven a querer decir, significar más allá de la reflexión onanista que ya no me interesa. La mente si es de paja se corre estúpidamente y discurre con torpeza como cuando hay orgasmo y uno aun no lo quiere. Pajas mentales que desembocaron en un juego sin reglas anárquico y autodestructivo. El pensamiento no debe ser esclavo de la razón, pero tampoco de los fantasmas, ni de los atardeceres en otro tiempo atractivos. Quiero encontrar una idea que libere el corazón estrangulado, sea creativa o sea absurda, que lo eleve y lo catapulte más allá de los angostos rincones de la mediocridad. Tal vez sea mejor así. Pensar es desequilibrar la balanza del aquí y ahora expuestos a la premeditada asfixia de la melancolía. Prefiero que las ideas sean impetuosas, inesperadas, como cuando era un niño hábil en las artes siempre plácidas de adorar los momentos de felicidad. Hace tiempo que no me aburro. Ese es un buen síntoma. Los domingos ya no son el letal castigo de la monotonía. Me contradigo. No quiero pensar. Los domingos están hechos para añorarlos. No quiero pensar, bueno, quiero pensar que es mejor no pensar en exceso. Pienso... Luego ¿Qué?