PACIENTE: Disculpe Doctor, no le hubiera llamado a
estas horas si no se tratara de un caso de extrema urgencia (el Doctor asiente con la cabeza) He de
confesarle que estas dos semanas sin verle han sido horribles. Llevo todo el
día dialogando con el hueso de una aceituna, sin interrupción créame, y sin un
propósito aparente. Como no era capaz de salir de ese bucle tan, digamos,
peculiar… finalmente he decidido romper esa dinámica óleo-obsesiva para venir…
¡y aquí me tiene! (Mira al terapeuta
esperando un gesto que le anime a continuar, este hace un movimiento con la
mano) Tenía que contarle que han
regresado los síntomas de mi última crisis, ya sabe, presión en la nuez, lengua
hacia fuera y necesidad de golpearme el esternón con mucha fuerza. Creo que en
esta ocasión ha sido provocado por un sueño ciertamente extraño que tuve la
otra noche; verá, en mi sueño vislumbro un ataúd flotante que se acerca a mí,
mi nombre grabado en su carcasa con letras doradas, flores de plástico de
dudosa calidad llenándolo todo y una pequeña escultura en forma de hipopótamo
enano… ¿me sigue? (El terapeuta asiente
de nuevo) La cuestión es que, de repente, se abre la tapa de la caja y
asoma la cabeza mi tío-abuelo Heinrich, que era un reputado sociólogo del
Berlín de los 40. Me llama con un silbido, esboza una sonrisa, que yo
calificaría de macabra, y me dice:
“Chico, la estás cagando”… acto seguido me hace una foto instantánea, en blanco
y negro, no, no, era en color sepia… sí, sepia, eso es… pues bien, sin más, me
lanza la dichosa foto a los pies y, cuando la miro, observo con sorpresa que
quien está en la foto no es otra que Gertrud, Gertrud Liebe, una diosa del amor
de entreguerras y de los burdeles más sofisticados de la Alemania nazi; en la
foto, Gertrud, me saca la lengua con hostilidad y con una actitud totalmente
repulsiva, nada solícita, comprende… Después su silueta se difumina y aparezco
yo, con una boa púrpura en los hombros y con el rimel corrido, besando mi
dantesca figura en el espejo. Doctor, se me heló hasta el alma, se lo aseguro.
Ahí es cuando despierto bañado en todos mis fluidos orgánicos y con olor a
geriátrico ¡Dios, es lo más decadente que…! ¿Cómo interpreta usted estas
imágenes? (El Doctor se dispone a
contestar, pero el paciente le corta) Es el principio del fin, es como si
todo ese cúmulo de despropósitos representaran
mi “yo” más marginal, el residuo, el despojo humano que arrastro (vuelve a intentar intervenir, sin éxito) Porque no nos engañemos, hay mañanas que
amanezco y tengo ganas de triturarme la cara o podar mis talones, pero no soy
Aquiles y desgraciadamente tampoco un ave Fénix, se lo que pasaría después
Doctor, lo sé bien…(Silencio contenido y
miradas tensas entre los dos)… la muerte (pausa) ¿cree que desconozco las consecuencias de una acción tan
perjudicial para mi integridad física? (El terapeuta va a decir algo, pero él mismo se reprime) Quizás
este sea sólo el anticipo de un suicidio inminente en los brazos de una fulana
del este. Aunque no lo creo, soy un maldito cobarde y sería capaz de
alimentarme de mi propia mierda antes que quitarme la vida, eso no quiere decir
que no lo piense en ocasiones, claro… pero no, no es eso. Tal vez necesite un
cambio radical en mis planteamientos. Eso es, sí ¿por qué no? (El paciente mira a su acompañante y este le
sonríe forzadamente) Empezaré por hacer cosas que me ilusionen mucho…
Viajaré a Asia, no, mejor a África, quiero conocer a los hipopótamos enanos,
usted me dijo una vez que debía recoger los símbolos del inconsciente y
aplicarlos a mi cotidianeidad… Así lo haré, organizaré un safari a Botswana,
parece que por aquellas tierras hay un gran excedente de caza. Experimentaré lo
que significa estar por encima de otro ser vivo, ya que con los humanos no
puedo enfrentarme, de momento. Me servirá cualquier impala enfermo o, incluso,
algún elefante desorientado, de esos que se separan de la manada y acaban
perdidos en mitad de la sabana. Viviré el placer de sacrificar a un mastodonte
y mi tío-abuelo Heinrich estará orgulloso de mis hazañas; sí, haré vida social
y enseñaré mis trofeos a todos los míos… sí, y comeré entrecot de ñú en las
cenas de empresa, empezaré de nuevo, sin complejos ni temores y todos querrán
conocer mis proezas, mis amistades de alto standing… seré admirado, adorado y
puede que fanatizado… ¡Lo veo, lo puedo sentir! (Respira profundo) ¿qué digo? Si yo no tengo a nadie, si soy un
cero a la izquierda, si vivo de las migajas de la vida y espanto a los
mediocres. Yo debo ser el hombre más solitario y patético que camina en la faz
de la tierra, hasta los perros abandonados rehuyen mis pasos, atraigo la mala
fortuna, provoco accidentes, mendigo afecto y proyecto miseria, espanto las
simpatías y conozco a fondo la tristeza. Soy una sombra imperceptible a los
ojos del mundo ¿verdad? (Mira al doctor y
este va a hablar, pero le interrumpe una vez más) Doctor, dígame ¿qué puedo
hacer? Déme un antídoto, un pellizco, una mano ortopédica, un voto de
confianza, una bofetada…lo que sea, con tal de ver la luz… Infle a pulmón la
colchoneta sobre la que caeré cuando me tire desde lo alto de mi desgracia al
asfalto de esta experiencia vital malgastada, apláudame o lánceme tomates de
pera, pero haga algo, diga algo caramba... ¡No entiende que sufro demasiado!
Extraido de "Pandemia".
Querido Melvin, me has enganchado :)
ResponderEliminarEl día que nos subamos a un árbol alto a ver pasar cometas te contaré todas las similitudes que hay en este texto con mi mente loca.
Ese terapeuta es un cabrón, mira que no decirle nada... Un impaciente es un paciente que desespera.
Besos mi querido complemento
Gracias cariño, es hermoso esto de complementarnos así, sin más. Me encanta. Algún día hablaremos sobre el árbol de todas esas cosas de la vida... Pronto sabrás lo que opina el terapeuta... pobre paciente impaciente... Besiños wapa.
ResponderEliminarincreible Melvin!!!!
ResponderEliminarEs un fragmento de lo que estoy trabajando en Ribarroja, como siempre, me llena que te guste. Mil besos.
EliminarYo lo veo, lo veo. Así que adelante.
ResponderEliminarY compadezco al que tenga que interpretar al doctor. Se va a tener que contener mucho para resistir la tentación de clavar un destornillador en el ojo del paciente.
Un beso.
De momento se conforma con tirarlo al suelo y darle de patadas, en breve tendrás la réplica. Es que hasta los terapeutas notan sus crisis en los tiempos que corren. Un besote y gracias por los ánimos.
ResponderEliminarCari, pero este texto es nuevísimo, vamos, que mezcla toda esa época decadente de la postguerra con lo más moderno de la caza real en Botswana. Hombre, a este chico hay que buscarle alguna solución, no tanto por sus visiones o reacciones, más por su ansiedad para salir de todos los males. El precio de muchos médicos es impagable.
ResponderEliminarBicos Ricos
Eso es lo que trato de hacerle entender a quien lo va a interpretar... Qué mala es esa ansiedad por conseguir soluciones inmediatas y cuánta frustración genera en los humanos...¡Tanta que... en fin! Se puede llegar muy lejos... Un besote.
ResponderEliminarEl texto es buenísimo.
ResponderEliminarSin más.
De alta calidad.
Entran ganas de seguir leyendo.
Saludos.
TORO: Muchas gracias Toro, un placer recoger tus buenas palabras, como ya dije anteriormente en breve conoceremos que piensa el terapeuta. Un abrazo.
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