martes, 11 de enero de 2011

ABSENCE


   
    El chico corría sin sofisticación ninguna sobre una elíptica hipnótica. No pensamiento. No sentimiento. Ninguna caricia atrapada tras la oreja, algún verso olvidado entre ropajes de tiempos perecederos. Y allí estaba él, salpicando de pasos el linóleo móvil como quien intenta emancipar su alma de la desdicha y sentir profundamente que el camino tiene un sentido. Desde donde corre con artificiosa cadencia, se divisa un paisaje de los que procuran hacerte olvidar. Parece insertado ahí, una naturaleza muerta en vivo. El chico era luminoso, de ardientes ojos y sonrisa perpetua. Tras las cuencas de los ojos fluían ríos de una tristeza apagada, pero latente en años bisiestos. Hoy es un día de esos; días en los que las imágenes se fugan, sin dejar rastro, a lugares de no retorno que existen tras las flameantes luces del gran astro. La tez yerta y ausente. El pulso de la vida marcando puntos en el cardio. Un coche pasa por delante del chico; al otro lado de la cristalera una mujer conduce cegada y perdida, su rostro está enmascarado por un haz de luz ardiente, plastificado y extrañamente pálido. Una máscara. Un apósito adherido a la faz, una piel ficticia que esconde la verdad desconocida, la que todos intentan ocultar bajo capas de apariencia o desarraigo. La verdad resplandece tras las comisuras de la máscara. Pero esa máscara se ve sólo durante el instante fugaz en que los rayos iluminan la cara de la mujer. Que es también la del chico. La de todos. El coche desaparece y, con él, se esfuman también las quimeras.  El chico piensa que la luz desvela la identidad secreta durante un instante breve, el ha sido testigo anónimo de un secreto viajante al otro lado de la cristalera. Algo en su interior tiembla. Detiene la máquina y olvida las calorías para pensar en quién es y por qué está ahí.

4 comentarios:

  1. esos instantes de vidas cruzadas,
    como cuando paras en el semaforo.
    Y te gustaria saber que hay detras de esos ojos
    toda una vida.
    un beset

    ResponderEliminar
  2. Y es que estando callado sin oír a nadie, sólo al mundo de fuera y al que rebota contra ti cuando no hay nadie más que tú es cuando mejor se ven las caretas de los demás que se fijan en la tuya. El principio de algo o tal vez el fin de algo caduco que está a punto de sustituirse; dentro de un coche o justo al lado del ciclista aficionado...Muy sugerente, muy bueno
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Buenos sitios para pensar y reflexionar los gimnasios, quizás por eso les tenga cierta animadversión, demasiado silencio exterior y muy densa la conversación interior...
    Demasiados flashes dispuestos a rebelar nuestras mascaras...

    ResponderEliminar
  4. XANA: Siempre es sugerente observar y confieso que seguiría la estela de algún viandante para conocer su historia...¿Deformación profesional? ¿Instinto social? ¿voyerismo? ¿Todo junto?... No sé, pero me encanta.
    AREZBRA: Y siempre me quedo con la sensación de alcanzar una abstracción profunda que me asusta y que consigo canalizar más con la creatividad que con la parálisis.El instante fugaz en el que el mundo es transparente a mis ojos, me parece precioso. Un besote.
    SILENUS: Sí, nunca había pensado en ese detalle... No así. Pero lo cierto es que la observación me atrae en el espacio y en el tiempo. Los gimnasios son fuentes infinitas de aprendizaje. Y abstraerme de mi no implica ser invisible al resto, eso está claro. Un saludo y bienvenido.

    ResponderEliminar