domingo, 30 de noviembre de 2014

GERDA LINDQVIST




GERDA: (Voz en off) La última vez que me abofetearon era una adolescente luminosa luciendo su corona de jazmín y orquídeas en la Midsommar de Gotland. El día más largo del año desapareció por completo en mi mejilla ante el recorrido más corto del mundo, la distancia existente entre la mano de mi padre y mi cara. Me sangró la nariz con generosidad y fingí que me desmayaba a causa del impacto. En verdad sentí tanto bochorno que mis piernas flaquearon intencionadamente para no enfrentarse a las risas indecentes de mis amigos y al hecho de estar bajo el yugo de un poder ante el que resultaba inútil rebelarse. Mi padre era una eminencia en eso de sentar cátedra y cruzarte la cara con cierta elegancia. Ese imbécil de Krogstad acaba de despertar mi conciencia dormida. Sus palabras son como la bofetada del Midsommar o las réplicas que pensé escupir alguna vez en algún evento destacable y que nunca pronuncié por pudor o por miedo a represalias. Vuelvo a ser… qué digo… sigo siendo la misma niña que necesita su cachete diario para no olvidar que toda acción tiene su consecuencia. Aleccionada, disciplinada, sumisa. Calla Gerda, tu lugar no está donde florece el laurel, eres un eslabón del sistema, sí. Intranscendente, pero necesaria. (Mirándose con crudeza y a viva voz) Gerda Lindqvist, deja de ser tan boba y quita esa estúpida cara de pena. Te odio (Se va).

10 comentarios:

  1. Todos, como Gerda, necesitamos un cachete de vez en cuando (y eso que estoy en contra de cualquier manifestación de violencia). Tendemos a ser cabezota con nuestras propias ideas que consideramos únicas sin darnos cuenta que somos un grano en el mar de arena. Darse cuenta de esto es madurar. Creo que Gerda lo hizo de un solo golpe.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. El primero, el que sentencia, el que no se olvida... Ese que establece la fisura humana que permanecerá abierta para siempre. Verdad quiere, simplemente, no olvidar... Besotes.

    ResponderEliminar
  3. Estupendo texto que me ha recordado las dos veces me abofetearon de niño. La primera fué un profesor del colegio y ,como Gerda, fingí el desmayo que le puso en evidencia y le humilló mas que a mi. La segunda bofetada vino de la mano de mi padre ante el que nunca me habría desmayado.
    Del desmayo llegué a arrrepentirme pesaroso por aquel pobre hombre. El segundo cachete que si podría decirse que era "merecido" me sirvió de pretexto para justificar el enfado contra mi padre con el que había nacido.
    Yo me quería mas que Gerda.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  4. Vaya, Uno... cuántas similitudes... Afortunadamente mejor resueltas para ti que para Gerda, que no ha sabido reconducir su odio hacia afuera... Mini texto de la pieza en la que estoy... Homenaje a Trier y a los dramas familiares... Un besote enorme, amigo. Gracias por estar en estos tiempos tan escasos. Muaka.

    ResponderEliminar
  5. me gusta como escribes
    me gusta como danzan tus letras dentro de mi

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me gusta cómo me dices que te gusta... Gracias wapa... Se te echaba de menos... Besotes.

      Eliminar
  6. Joder que fuerte...
    Si pillara ahora a todos los que me abofetearon de pequeño les iba a dar una paliza inolvidable.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues si... Con lo que sabemos hoy y con la rabia de esos momentos de impotencia vividos... Se tragarían sus acciones bajó el yugo de nuestro látigo. Besotes querido Toro.

      Eliminar
  7. Antes usaban las bofetadas muy habitualmente, y se veía como algo normal, ahora, en cambio, una bofetada supone tanto como malos tratos.

    Interesante tu texto, Melvin.

    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. En cuestión de dos décadas la misma acción ha pasado por un filtro moral... necesario, por otra parte... No tanto así la violencia no verbal que sigue en su máximo apogeo... y nosotros seguimos celebrándolo con pasmosa normalidad e inconsciencia... Besotes María.

      Eliminar