
República Checa o debería decir República seca... Uff, estando en esta mitad occidental de la antigua Checoslovaquia uno toma absoluta conciencia de lo trascendente de la cultura, la política, la educación y la genética en cuestiones relativas a la gestación de la mentalidad de un país... Hay excepciones a esta generalización odiosa, poquitas, pero las hay. El/la Checo/a medio/a es antipático/a hasta decir basta, especialmente en la capital donde sus habitantes hastiados por la asidua invasión de visitantes estivales rozan la mala educación y ahondan en su tosquedad más profunda. Todavía recuerdo a ese informador turístico que lanzó literalmente el mapa de la ciudad sobre mi mano mientras esbozaba una mueca. Pero como viajante inquieto que soy, reconozco que ese es un síntoma bastante extendido en las grandes ciudades europeas, así pues resulta injusta esta sentencia mía que esperó paliar con muchas otras cosas buenas que contar de las hermosísimas tierras de Moravia y Bohemia.



La belleza de sus pueblos, especialmente los del sur, es una invitación para
perderse y creerse en una especie de parque temático, rústico y folklórico pero sin artificios, con colores intensos y casas de ensueño, buena prueba de ese testimonio son localidades patrimonio de la UNESCO como son Holasovice, Telc o Cesky Krumlov cuyas calles y plazas cortan el aliento de puro magnetismo. Cita ineludible para próximos viajes. Sólo por esa razón, volvería a tierras Checas.
Y luego están las cervezas... Esa bendita Pilsen que me salvó de algún que otro sofocón. Sufriendo una ola de calor insoportable por toda Europa, con el calor salpicando el asfalto checo y teniendo la cerveza más barata que el agua mineral o el café, uno pierde el sentido de la mesura y las jarras de litro llegan a volar con una asiduidad malsana, pero muy refrescante. Tanto que en ocasiones me hizo olvidar los 40 grados abrasadores y la mala energía que envolvió mi estancia en Praga. Por cierto, aseguraos que tenéis vuestro billete de metro al día y sobre todo no cometáis el error de creer que se puede subir en el metro sin control, las multas son suculentas, creedme, lo sé bien. Que Praga es una ciudad-museo, es una obviedad, su personalidad y su encanto eclipsan sin remedio al turista, el Moldava imprime ese carácter bohemio que se respira en sus calles, especialmente cuando te hallas sobre el Puente de Carlos, donde uno podría permanecer durante horas sin hacer otra cosa que observar las panorámicas, a los pasantes y a los artistas que encandilan con su arte y sus performances. Se trata, sin duda, del alma de la ciudad, el centro neurálgico de Praga e incluso me atrevería a decir que el corazón mismo del país.


La limpieza de cara de los últimos 20 años es causa y consecuencia del incremento desbordado de turismo internacional... Aunque todavía puedes encontrar a personas que vivieron los años de oscuridad en los que los edificios oficiales estaban flanqueados por militares armados y en los que el tiempo transcurría tras el filtro de una tonalidad eminentemente gris. Ahora se viste de mucho color y eso es de agradecer, aunque los suburbios son de arquitecturas claramente comunistas y ciudades como Brno te hacen sentir en el este profundo, pues allí nadie habla inglés... Y aunque visto desde fuera me encanta sentir el no sometimiento a una imperativa lengua universal...¡Horror, no podía comunicarme! es muy complicado hacerlo en un idioma dominado por las consonantes, especialmente por la k... Pero con distancia, resulta divertido y un enredo constante en el que hay que meterse sí o sí..., Mi conversación con una local sexagenaria del lugar no tiene ningún desperdicio. Todavía la visualizo con su cara de susto.
Fuera de las ciudades, el país es mayoritariamente agrario. Los campos de cultivo se entremezclan con bosques y ríos de una forma muy armónica. Viajar así, en coche de alquiler, con una buena música, agradable compañía y esos paisajes tan bucólicos resulta uno de mis mayores placeres en la vida.
Dos recomendaciones antes de dejaros con las imágenes de este viaje: 1- cuidado con la cartera, pasaportes, joyas y objetos de valor, que las manos andan muy sueltas por las calles checas y no está de más ser precavido. 2- No dejéis de ver una obra de Teatro Negro, si existe un niño en vuestro interior, permitidle que se deleite y que viaje allá donde las sombras resplandecen y donde los sueños adoptan formas que bien podrían hacernos creer en la fantasía o en el encantamiento de la luz negra y los colores fluorescentes...No os perdáis esas idílicas obras de arte.
En mi próximo post de "Viajes" os contaré la otra cara de la moneda... Eslovaquia, una realidad bastante más genuina y menos edulcorada...Pero esa es otra historia.