Sí,
maldita sea. Hay que reírse del mundo, reírse de uno mismo para soportar mejor La carga de existir, para llevar con más dignidad este fingimiento constante
que es la vida ¿motivos? Sinceramente yo no tengo un solo motivo para sonreír,
se lo aseguro. Pero tengo un compromiso irrompible con mi pasado, con esa parte
de mí que tanto se equivocó. Vivo sola, mi marido me abandonó hace mucho
tiempo, recuerdo con dificultad sus rasgos, su olor, su voz insatisfecha, pero
puedo describir con precisión cómo mi corazón se fue desintegrando dando paso a
una angustia crónica. Con él volaron los sueños ya imposibles y surgieron
imparables los embistes de la vida. El primero se vistió de muerte, llevándose
con violencia a mi pequeño cuando sus ojos estaban llenos de preguntas. Mis
brazos se quedaron inmóviles y con la forma de sus cuerpecito dibujada en
ellos, no tuve tiempo de pedir explicaciones, me quedé allí sentada con los
brazos agarrotados, palpitantes de ausencia. Ese día perdí la razón que aún hoy
sigo buscando, dejé mis heridas en carne viva expuestas para que alguien se las
llevara. No conocí la luz y el silencio fue estruendo durante mi oscuridad. Mis
otros hijos no tuvieron paciencia y se fueron marchando, dejando sus sillas
todavía cálidas, sus platos en la mesa del olvido, sus camas siempre bañadas en
dudas… Y quedé yo, yo con todas las heridas adheridas al cuerpo. Yo la madre
que se esforzó por ser mujer, yo la mujer que alguna vez fue madre. Me
transformé en disco rayado que se engancha en cada nuevo surco. Empapelé las
paredes de mi existencia con fotos en blanco y negro llenas de color y sonrisas….
De mis padres, del pueblo castellano, la muñeca Alfonsina y el cumpleaños con
tarta pero sin velas, de mi pequeño y sus preguntas, de los hijos que
emigraron, del hombre que fue mío antes de dejar su ropa colgada, de mis
heridas abiertas.
Hoy,
refugiada en esta máscara del recuerdo, me siento responsable de todo lo que no
hice a tiempo, me siento en deuda con las lágrimas que no desembocaron en nada.
Hoy quiero pedirles que rían, pues el mundo es como tiene que ser.
Ay Melvin que estaba yo tan tranquilo y me has puesto los pelos de punta.
ResponderEliminarYo no puedo estar mas de acuerdo con la risoterapia.
Estupendo texto. Un abrazo
Es lo que tiene la vida, esa esencia agridulce que lo perfuma todo... Gracias Uno, que nunca perdamos la capacidad de reirnos del dolor. Besotes.
EliminarQué gran entrada has escrito Melvin, todo un ejemplo de entereza de mujer que tantos palos le ha dado la vida, y en cambio, nos deja el texto un mensaje de que la mejor terapia es la risa, y estoy de acuerdo, reirse de uno mismo, de todos, de la vida, es la mejor manera de intentar ver las cosas desde el optimismo.
ResponderEliminarMe ha encantado tu texto, Melvin, te felicito.
Un beso.
Que necesario reír, desdramatizar y encontrar los recursos para que respirar no sea tan sólo un trámite.... Aunque duela hasta morir. Gracias querida. Un Besote.
EliminarEs como es y nos queda aceptarlo, que no resignarlo.
ResponderEliminarUnas veces reiremos y otras nos tragaremos lo amargo.
Querido, duele tu texto.
Bien logrado, bien transmitido. Te deja el alma escocida.
Besos, Todo
Y lamentablemente todos tenemos muy cerca algún caso de esos que tanto duelen.... Que despierta nuestra admiración por ser ejemplificante y edificante.... Pero que duro resulta calzarse sus zapatos.... Besotes querida mía.
EliminarMe dan ganas de abrazar a esa mujer.
ResponderEliminarQue dura es la vida muchas veces...
Saludos.
Y qué difícil no caer ante la tentación de rendirse.... Pero seguiremos hacia delante, no? Besote.
EliminarEl mundo es un auténtico cabronazo, pero mejor reírse de él y que éste no lo haga a nuestra costa. Hay que sacar las ganas de dónde sea.
ResponderEliminarPues como bien decías... El ser humano obra milagros cuando se trata de adaptación...Un Besote.
EliminarSi nos vamos arriba, nos elevamos y miramos, no mucho, que aun se pueda ver a la gente, creo que la conclusión que podríamos sacar es que este mundo está hecho una mierda, que la gente sufre y que no nos queda otra que volver a bajar porque a ese mundo pertenecemos.
ResponderEliminarPero cuando estamos a ras de suelo, cuando el dolor se disipa y es como esas entradas en la agenda que sabemos de antemano que no cumpliremos, nos damos cuenta de que no se está tan mal, de que a poco que nos movamos encontramos razones para seguir.
Y lo de esta mujer, si ella se ríe o quiere hacerlo, cómo no vamos a hacerlo los demás.
Pues eso, no nos queda otra que ser escaladores de Everest... Sin mirar atrás, ni lamentarnos tanto. Porque el suelo sigue recibiéndonos si hay caída y el dolor continúa su labor haya sonrisa o no de por medio... Qué difícil y que ejercicio de honestidad el de esta mujer y tantas personas cercanas, dolientes. Besotes.
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